¡Es el quórum, estúpido!
Luis Larraín Libertad y Desarrollo
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Luis Larraín Libertad
Permítanme el exabrupto del título para explicar una de las cosas menos comprendidas del plebiscito del próximo domingo.
Las constituciones son importantes por su contenido, pero a veces más por su proceso. Hay evidencia de que en Latinoamérica tenemos la mayor frecuencia de cambios constitucionales del mundo y los resultados no son alentadores; el bienestar de las personas en nuestro continente permanece estancado, cuando no retrocede, como hemos observado desde hace años. En el caso de Chile, no hay tantas diferencias entre los contenidos de la Constitución vigente y las disposiciones de la que nos propone el Consejo.
Ello ha llevado a cierto desinterés de la población, que no se ha percatado de que el proceso pasa a ser clave. No hay que argumentar mucho para concluir que la inversión aumenta cuando se percibe estabilidad en las reglas del juego y por el contrario languidece cuando éstas dependen de decisiones discrecionales de autoridades de turno. Períodos prolongados de crecimiento económico están asociados a altas tasas de inversión.
“La nueva Constitución, de ser aprobada, entregaría mayor estabilidad que la vigente simplemente porque es más difícil de cambiar, con 3/5 de los diputados y senadores. La actual es una de las más frágiles del mundo”.
La teoría y la práctica respaldan esta relación. Varios premios Nobel de economía han ido a profesores que enfatizan la importancia de las instituciones. Ronald Coase, Douglas North, Aaron Acemoglu y James Robinson han sido galardonados por ese motivo. Por otra parte, varios países del sudeste asiático como Singapur y Corea del Sur han tenido procesos virtuosos de crecimiento basados en altas tasas de inversión. Pasa a ser muy importante, entonces, cuál es la opción que después del 17 de diciembre permite olvidarse por un tiempo de la discusión constitucional y abocarse a los graves problemas que vive Chile.
En el caso de nuestro plebiscito, hay que decir que la nueva Constitución, de ser aprobada, entregaría mayor estabilidad que la vigente simplemente porque es más difícil de cambiar, ya que requiere 3/5 (60%) de los diputados y senadores. La actual ya no es la Constitución de 1980, ni la que empezó a regir en 1989 aprobada en un plebiscito luego de las negociaciones entre Carlos Cáceres y Patricio Aylwin, ni tampoco la de 2005 que lleva la firma de Ricardo Lagos.
Modificaciones introducidas este año la transformaron en una de las constituciones más frágiles del mundo, pues sus disposiciones se puedes reformar con 4/7 de los votos de los diputados y senadores en ejercicio (vale decir 57%). Más aún, esas reformas también rebajaron los quórums de las leyes orgánicas constitucionales y ahora pueden ser modificadas por la mayoría absoluta de los parlamentarios.
Así, sería muy fácil cambiar leyes fundamentales que han dado estabilidad al país como la del Banco Central de Chile, que explican en buena medida el período más exitoso de la economía chilena. El proyecto que se vota el domingo, para quitar gravedad a la eliminación de quórum especiales para las leyes orgánicas, introdujo aspectos como la autonomía en el texto de la constitución Por eso, entre otras razones, Carlos Cáceres y Hernán Büchi votan A Favor.
Por último, hay una cuestión del nuevo proyecto que es fundamental: el mejoramiento del sistema político. Habrá menos parlamentarios, menos partidos y también distritos con menos cupos. Esto disminuye la fragmentación, permitiendo acuerdos, y dificulta la elección de diputados del 1%, que transforman la cámara en un bazar transando sus votos por alguna prebenda a favor de un grupo de interés. Ese cambio no lo van a aprobar nunca los parlamentarios incumbentes y sólo se logrará si gana el A Favor en el plebiscito del domingo.